Y esto ocurre desde que pasó de ser un elemento porcelánico anodino -esos lavabos blancos con un pie de gran longitud, que todavía encontramos en los aseos de establecimientos públicos- a un componente destacado de un mueble bien visible y estético, como los que se colocan hoy día en la inmensa mayoría de los cuartos de baño.
Si las dimensiones de la estancia lo permiten, cada vez es más habitual que nos encontremos con dos lavabos, sobre todo en los baños incorporados al dormitorio principal de la vivienda. Y no solo en las grandes casas que salen en los reportajes, sino también en muchos de los nuevos pisos que se construyen hoy día.
Cuestiones básicas en la elección del lavabo
El lavamanos doble es una opción, pero no la elección más importante. Antes hay que pensar en algunas cuestiones como:
1. Que el tamaño del lavabo, y más si se integra en un mueble, no se apodere de la estancia. No debemos olvidar que ante todo es un elemento funcional y no solo decorativo, que ha de convivir con otros elementos como el inodoro, la ducha o bañera, los toalleros o hasta otros armarios. Y no nos olvidemos de que debemos poder abrir y cerrar la puerta sin complicaciones.
2. Que el grifo elegido encaje perfectamente con el lavamanos, en cuanto a su color, material y tamaño. A veces nos dejamos llevar por un grifo que nos gusta sin tener en cuenta que debe servir a un determinado lavamanos.
3. Hay que pensar bien en el uso. Si se trata de un lavabo dentro de un cuarto de baño que solo usan una o dos personas, y adultas, podemos permitirnos piezas más estéticas y delicadas. Pero si la pieza pertenece a un baño de uso general por parte de toda la familia, ha de prevalecer la resistencia y la funcionalidad.
Luego ya están otros aspectos de elección personal. Por ejemplo, que vaya sobre el mueble (lo normal es que el lavamanos se acompañe de mobiliario) o que esté encastrado. La primera opción suele ofrece un resultado decorativo más contundente, pero también se dice que el mantenimiento es más delicado y la utilización ha de ser más cuidadoso. Lo cierto es que hoy día se fabrican piezas exentas muy resistentes y tan funcionales como las integradas.
Forma y profundidad del lavamanos
Otro de los apartados para elegir es la forma, más cuadrada, más redondeada, de vaso profundo o más superficial. Existen multitud de opciones para elegir, para las que el mejor criterio es pensar en la funcionalidad en primer lugar.
Después, el material. Lo habitual es que sea de material porcelánico, pero también caben otras posibilidades como la piedra natural, el mármol, elementos sintéticos o la madera tratada, aunque esta última es menos habitual. Dentro de los porcelánicos existe una gama interminable de texturas y acabados, según las tendencias y los gustos personales.
Ya hemos mencionado la grifería como un elemento que puede enriquecer el conjunto si se integra adecuadamente en el estilo del vaso y el mueble, o que puede plantear problemas si lo elegimos como un verso suelto. Más allá de la forma y el color, hay que valorar si queremos que esté integrado en la pared o en el propio lavabo. Cualquiera de las dos posibilidades es perfecta. La primera nos ahorrará sitio en la superficie del lavamanos y facilitará la limpieza.
Mueble bajo-lavabo en armonía con el conjunto
Por último, tengamos en cuenta que lo ordinario es que el lavado venga acompañado del mueble. El mobiliario de baño ofrece hoy un universo tan abierto como el de los muebles de cocina, en cuanto a materiales, acabados y colores. Será coherente acomodar su estilo al de la cerámica del suelo y las paredes, así como al del plato de ducha, con el fin de lograr un conjunto lo más armonioso posible.
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